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“Esa frase es sencillamente genial”, exagera Álex Aparicio en el fragor de una charla por WhatssApp. Acaba de comunicar a los allegados que Jacob Kiplimo será la estrella de la próxima edición de su criatura, 10K Valencia Ibercaja, y el arriba firmante, en apenas unos segundos, tras un repaso mental acelerado de nombres y ediciones, concluyó: “En ese circuito nunca ha corrido nadie con tanto talento”. De ahí lo desmesurado de la respuesta, pues no requería ni el más mínimo rasgo de genialidad arribar a tal conclusión.
(Pocas horas después supimos ambos que Jacob no será el principal merecedor del piropo puesto que, a sus 65 años, sin avisar a ningún miembro de la organización, pagándose dorsal, hotel y vuelo, la única persona en la historia que posee los títulos olímpico, mundial y europeo de maratón había confirmado su presencia con la intención de romper la barrera de los 40 minutos. Y cuando Rosa Mota entra en escena, un amante del atletismo debe rendir pleitesía. Pero esa es otra historia).

Volvamos al ugandés. El tipo que en 2017 se proclamó campeón mundial júnior de cross y el invierno siguiente, a sus insultantes 18 años, puso patas arriba La Vallecana arrebatando el récord de la prueba a Eliud Kipchoge tras una cabalgada de 26:41. Correr eléctrico, aparente desdén por la fatiga, tren inferior poderoso, avance circular, talones que desean besar glúteos… Alució al personal. El desnivel excesivamente favorable impidió homologar el registro como personal best así que, en una graciosa anomalía, la marca personal con la que aterrizó ayer por la tarde en Manises es 27:31. Ya ha dejado claro que no viene a batirla; desea arrastrarla salvajemente por el plano asfalto mediterráneo, situarla incluso por debajo de su mejor prestación en pista: 26:33.93 (octavo hombre más rápido de la historia).
Precisamente hacia una pista, la del Estadi del Turia, se ha dirigido esta mañana, al filo de las 8:30, cuando ha comenzado un ligero trote desde el Eurostars Rey Don Jaime. “Quería conocer el lugar donde su compañero Joshua Cheptegei estableció el récord mundial (26:11.00) hace casi cuatro años, menos de dos meses antes de que él viniera a correr el medio maratón, donde fue segundo el día que Kibiwott Kandie corrió en 57:32, entonces récord del mundo…”, cuenta uno de sus colegas de rodaje, Hicham Ettaichmi, encargado junto a José Enrique Acuña de la coordinación de atletas de élite. Han salido suaves, a 4:30 el kilómetro, charlando, sin agitar la respiración, “él como si fuera andando, aunque luego, con la misma sensación de no hacer nada, ha empezado a acelerar y los últimos cuatro los hemos hecho a menos de 3:40”.
Dice Ettaichmi, solvente corredor en sus años mozos, que le gusta Jacob por su simpatía, exhibe un carácter relajado y no deja entrever los nervios. “Es alegre y eso facilita mucho el trato, por eso no he querido agobiarle demasiado con los objetivos deportivos, pero está claro que su intención es batir el récord del mundo (26:24, último mohicano de los récords de ruta conquistado sin placa de carbono) y le he detallado los parciales de cuando lo logró aquí Rhonex Kipruto, los puntos clave del recorrido… pero ya digo que no se obsesiona, me encanta ese perfil de atleta”.
Al Medio Maratón Valencia Trinidad Alfonso Elite Edition, cuando la persistente pandemia obligó a delimitar la participación a un reducido grupo de profesionales, Jacob acudió como vigente campeón del mundo de la disciplina y gran favorito. Corrió por debajo del anterior tope universal (los cuatro primeros en meta lo hicieron), pero los cinco segundos que le separaron de Kandie impidieron que, junto a su registro, en su perfil oficial de World Athletics (la federación internacional de atletismo), aparecieran las prestigiosas siglas WR.

Tardó menos de un año en reconducir la situación. Fue en Lisboa, noviembre del 21, cuando 57 minutos y 31 segundos dejaron patente que ningún ser humano se había dado tanta prisa en cubrir 21,097 kilómetros por sus propios medios. Otro noviembre, el último, en la planicie holandesa de Nijmegen, alcanzó mismo mérito en los 15 km (41:01). Ahora, antes de un seguro futuro como maratoniano, aspira a la trilogía en el asfalto.
No va a ser sencillo. Se trata de completar 10 miles seguidos, sin recuperación, a 2:38 cada uno. “¿Quién puede hacer de liebre a esos ritmos durante mucho tiempo”, se pregunta José Enrique Acuña, quien ha encontrado la solución… al menos para los primeros dos: “Lanzará la carrera Mohamed Reda, del Playas de Castellón. La idea es un ritmo que permita pasar por el kilómetro cinco en 13:10-13:15 y luego ver si hay fuerzas, porque se quedará solo muy pronto. Ojalá algún rival se anime a seguirle o incluso ayudarle pasado el segundo kilómetro, pero creo que proyectando un ritmo de 26:30 en meta, si luego hay fuerzas en el último tercio, se puede hacer algo grande. Además, otra cosa importante en un reto de esta envergadura: la meteorología. Esperemos que acompañe”.
Jacob, que entrena a casi dos mil metros de altitud, en el hiriente verdor de Kapchorwa, al este del país, a poca distancia de la frontera con Kenia, sigue las pautas de marcadas por el italiano Lacopo Brasi. En contacto directo con el entorno del fondista desde que cerrara su contratación hace varios meses, Acuña resume el duro régimen de trabajo al que se ha sometido para llegar a Valencia en condiciones de hacer saltar la banca: “Excepto los domingos, ha entranado todos los días en doble sesión”. Y aporta un dato que sorprende incluso más que cualquiera de los que jalonan su apabullante hoja de servicios (además de lo ya mencionado es el campeón mundial de campo a través y posee un bronce olímpico y otro mundial en 10 000 metros): “Su familia es muy numerosa, son 28 hermanos del mismo padre”.
Álex Aparicio, el padre de la K como apellido en las carreras españolas (Fernando Miñana dixit), no oculta su entusiasmo ante lo que se avecina el domingo. La configuración de la lista de élite (de la que cayeron a última hora la recordwoman Yalemzerf Yehualaw y el sub 27 Tadese Worku) se llevó a cabo bajo el más absoluto secretismo. Durante semanas no hubo manera de arrancarle un nombre. Él, Acuña, Ettaichmi, verdaderas tumbas. De haber estado en posesión del ingrediente secreto de la Coca Cola a los plumillas nos hubiera resultado mucho más fácil arrancárselo. De esto ni palabra. Planeaban algo grande y querían paladearlo sin prisas. Ahora todas las cartas están sobre la mesa. Quedan menos de 48 horas. Brilla Jacob en la Ciudad del Running, pero Aparicio, con su habitual inconformismo y desenfadada agilidad verbal, aclara: “Me pone cachondo que Kiplimo pueda batir el récord masculino, pero lo que realmente me volvería loco es conseguir el femenino. Hemos estado muy cerca varias veces y ojalá pueda ser pasado mañana: quiero los dos”.