Bushy Park es una antiquísima reserva de caza donde el rey Enrique VIII echaba las horas muertas. Está situada al suroeste de Londres, en el distrito de Teddington, el barrio de la actriz Keira Knightley. Bushy Park tiene tanto de parque como de finca ganadera; y la superficie de bosque es algo menor que la de sus praderas. Bueno, qué más da. El asunto es este: un día de octubre de 2004 un grupo de amigos decidió organizar un evento absolutamente hippie y utópico en ese parque. Esta amplia pradera por la que hoy pastan gamos y ciervos reunió a trece participantes que habían quedado para correr cinco kilómetros bien medidos. Incluso elaboraron una lista de resultados para darle un carácter casi de carrera. Para el sábado en cuestión embarcaron a tres amigos que hicieron de voluntarios o jueces o lo que tocase. Total, iban a ser trece. Y lo llamarían parkruns. Al fondo se apreciaban los tejados del Palacio Real de Hampton Court y, a espaldas de todo aquello, Wimbledon.
Una parkrun habría de ser gratuita y celebrarse siempre sobre el mismo recorrido. Inclusivas y solidarias, no son sólo una romería en zapatillas: son carreras nacidas en Reino Unido con un cronómetro. Pero con el espíritu voluntario por bandera. Además tienen un protocolo muy sencillo de ejecutar: hay que presentarse en la línea de salida de una carrera que se celebra de manera ininterrumpida los sábados o domingos y competir, correr o caminar sobre un circuito fijo de cinco kilómetros, o de dos, si eres menor. La sencillez y la fidelidad han dado impulso a un sinfín de carreras englobadas dentro de esa etiqueta. Ninguna de ellas con miles de dorsales ni grandes marcas aportando músculo. Pero, ¡ay, juntas!
Grandes carreras que han surgido dando vueltas a un parque tenemos varias. Dos en concreto han emergido por encima de todo: los maratones de Berlín y Nueva York.
Esa misma organización, diecisiete años después, firmó un acuerdo mundial con World Athletics para la promoción global de esto de poner a la gente a correr por el máximo de parques del globo. Es innecesario decir que hay toda una historia de crecimiento global entre medias de ambos hitos, de gestión de primera categoría. Pero, sobre todo, de agarrarse a unos principios como a un clavo ardiendo. Esos malditos principios.
¿Qué misterio o encanto oculto tiene que trece ingleses quedaran para correr un sábado y que eso se haya convertido en una celebración planetaria? Es tal el peso de estas carreras que, en diciembre de 2021, sólo en un fin de semana y en Reino Unido se celebraron 1090 carreras en las que hubo inscritos 118 000 participantes y 20 000 voluntarios implicados como apoyo. A día de hoy se han expandido a veinte países. España, huelga decir, no está entre ellos.
“No son realmente como un evento deportivo. No son una carrera. Es más como unirse a un club de atletismo o apuntarse al gimnasio”, define Scott Watkins, de la dirección ejecutiva de las parkruns en Australia. “Por otro lado, es verdad que pagar una inscripción a un club o gimnasio puede ser una barrera para mucha gente, entre los que terminan por no apuntarse o no acuden por vergüenza el primer día”.
Fuera como fuera, algo prendió en ese momento y no en otro. Grandes carreras que han surgido dando vueltas a un parque tenemos varias. Dos en concreto han emergido por encima de todo: los maratones de Berlín y Nueva York. Pero no fueron por ahí los tiros, como podemos comprobar. Sería el momento adecuado o unas circunstancias libérrimas muy particulares, salidas de los trotes de los parques y que tenía que revertir en los parques mismos. Así, decenas de corredores empezaron a quedar para competir cada sábado en el mismo parque del suroeste de Londres. La quietud de las praderas de Teddington, una de las grandes superficies verdes del Greater London, fue el germen durante los primeros dos años y medio. Había sábados en los que se superaron las doscientas y trescientas inscripciones. Uno se imprimía su código de barras y se presentaba en Bushy Park.
No era algo excepcional ni novedoso: en los años de la expansión de Internet como red de contacto social se multiplicaban los foros y las quedadas. Para 2004 ya era frecuente organizarse con gente en hilos y más hilos, y nadie se quedaba fuera de usar las incipientes plataformas digitales (el Facebook de parkrun cuenta con 153 000 suscritos al cierre de este artículo). Pero el modus operandi de estas carreras era claro. Los condenados principios.
No hay que comprenderlas como carreras populares al uso. Más bien todo apunta a que son eventos enfocados hacia la salud de la comunidad en la que vives.
Después de mucho darle vueltas y de tener algunos encontronazos con las autoridades municipales que veían invadido el parque por sistema, en 2007 se empezó a diseminar la filosofía del evento por otras localidades y distritos ingleses: Richmond, Banstead y Wimbledon en Londres, Leeds, Brighton pero también fuera del país. Con el paso de los meses, la base de datos de inscritos se ha ido ampliando y se contabilizan casi 25 000 resultados durante ese año. Y así cada año hasta alcanzar las cifras y extensión mundial de 2022.
¿Cómo se puede encajar todo este idealismo con el espectro actual de las carreras? Hay una esencia que mantiene el grupo de fundadores ―el matrimonio formado por Joanne y Paul Sinton-Hewitt, Duncan Gaskell, Simon Hedger y Robin Drummond― y que se mantiene inalterada. Las carreras tienen que ser semanales, gratuitas, deben acoger a quien desee caminar o competir, y han de promover la participación de voluntarios. No siempre tuvieron en mente que aquellos eventos se repetirían. Según Paul Sinton-Hewitt aquello iba a ser una sola carrera, en principio. Ahora Paul está encargado de dirigir la expansión por todo el mundo. Según él “nadie debería tener que pagar por correr en su comunidad de manera habitual, segura y por diversión”. Lo que nos llevaría al amplio y necesario debate de cómo y por qué corre cada uno y cada una y que hoy no tocaremos aquí.
Organizador de estas carreras en Australia desde 2010, Scott Watkins afirma que “dado que las parkruns son gratuitas no hay presión sobre ningún participante. Puedes participar cada semana o cuando lo desees”. Aun así, los maniacos de los fines de semana han ido creando categorías de fidelidad y sumando parkruns a su pequeño currículum. “Ser siempre a la misma hora y en el mismo lugar y tener que inscribirte solamente una vez”, según Watkins, “hace todo tan abierto y accesible... Ese es el secreto de su éxito”.
Definitivamente no hay que comprenderlas como carreras populares al uso. Más bien todo apunta a que son eventos enfocados hacia la salud de la comunidad en la que vives. En las parkruns se puede correr a tope y medir el progreso semana a semana. Un magnífico test de cinco kilómetros bien medido y en condiciones de laboratorio. Pero, hablemos con quien hablemos, se trata de una oportunidad de correr y caminar con un grupo de amigos en un entorno cercano a donde vives. Un sitio para conocer gente con profesiones o entornos sociales que nunca llegarías a encontrar en tu día a día. Todo el mundo es igual en el parque un sábado por la mañana. El sueño utópico de los sudorosos felices. Desde la óptica de un corredor experimentado parece que todo está ya inventado, que quien quiera empezar a hacer ejercicio posee un billón de canales de cómo comenzar. Pero miles de personas se encuentran frente a esas dudas a diario. ¿Empezar a correr? ¿Dónde voy yo con este cuerpo? Nada es tan obvio como nos parece. Siguen faltando asideros. La información está ahí pero el primer paso es el abismo.
En diciembre de 2021, sólo en un fin de semana y en Reino Unido se celebraron 1090 carreras en las que hubo inscritos 118 000 participantes y 20 000 voluntarios implicados como apoyo. A día de hoy se han expandido a veinte países. España, huelga decir, no está entre ellos.
"Yo odiaba correr”, comenta Tim. “Era duro, doloroso y descorazonador incluso correr un kilómetro sin tener que pararme. Di una oportunidad a una parkrun. No hay presión para correr rápido y es divertido por la interacción que conforma la comunidad”. Tim Gardiner es un inglés que vive al lado de uno de los estuarios más bucólicos de las islas. Corrió prácticamente todos los fines de semana de 2019. “El coste de inscribirme en 49 carreras de 5 km habría sido astronómico. La naturaleza gratuita de las parkrun incrementa la accesibilidad al deporte de correr. Te apuntas, recoges el código de barras ―se imprimen placas de plástico que registran tu tiempo― y corres”. Gardiner ha visitado más de sesenta carreras por Reino Unido y Japón y conocido “la enorme variedad de paisajes y terrenos del país”. Los valores con los que afirma comulgar son fundamentales para empezar desde cero. “Hay que presentarse en ellas con la idea de comenzar con el hábito más positivo que hay para la salud física y mental. Los sábados por la mañana ya no serán lo mismo. Serán algo que esperas que llegue cada semana. No olvidarás la primera vez que completaste los cinco kilómetros sin parar”.
“Se trata de celebrar tu propio éxito a tu manera y sin que otros te estén juzgando”, afirma el inglés Wil Chung, otro habitual de las pruebas de los parques. “Todo va de construir una comunidad. No es elitista. No importa si es tu primera vez o la doscientos. Lo que importa es que te has presentado y que estás participando”. A todos lados donde escribas afloran comentarios sobre la comodidad de caminar o correr sin más. Andre Butler, camionero, también británico, se metía de lleno en la cincuentena con una seria dependencia del alcohol y casi 120 kilos. “Empecé hace dos años a trotar a escondidas, de madrugada, para que nadie me viese. Luego fui a mi primer parkrun local en Hull y, desde entonces, corro con un club y he corrido dos medias maratones”.
Con la etapa de madurez ya asentada, los diferentes patrocinadores hacen posible que los eventos de los parques sigan siendo gratuitos. Pero la base real de la subsistencia es el carácter casi religioso que alcanza ser voluntario en esas latitudes. “Puedo confirmar que el núcleo fundamental de cada carrera es su grupo de voluntarios, ya sea organizando el papeleo o aspectos básicos de la carrera”, desgrana Chung. Por supuesto la parte más visible de la carrera son el director y los jueces de la misma pero también hay gente cronometrando y dirigiendo a los corredores. “Si quieres correr y dar algo a cambio hay más maneras de hacerlo, como la logística previa, ser caminante escoba (tail walker) o hacer de liebre. Parkruns está construido sobre el voluntariado y todos pensamos que hay que dar una parte de tu tiempo, especialmente si queremos que todo esto siga siendo gratuito”, recalca.
Los voluntarios animan durante el recorrido, indican y comentan la carrera con humor. Como sabemos a través del mundo de los maratones y las charities, acciones solidarias que recaudan fondos a raíz de un dorsal, en el espectro corredor popular inglés ser voluntario en una carrera es parte de una experiencia, no una tarea fastidiosa que sustituye al placer de estar corriendo. Durante los diecisiete años de parkruns se han sumado seis millones de solicitudes de voluntariado. En Reino Unido ser voluntario de un evento tiene algo definitivamente progresista: es aportar algo de vuelta a esa comunidad que se ocupa de facilitar tu ocio. No es raro conocer jueces de circuito que adoran su esquinazo carrera tras carrera y que, según cuenta Gardiner, “podrían acabar teniendo un punto del recorrido con su nombre como, por ejemplo, el rincón de Kathy”. Es más, algunos voluntarios nunca correrán una carrera por la razón que sea. Pero son tan importantes como los corredores.
¿Cómo se han ido expandiendo estas carreras bajo esa idea de sostenibilidad, buena fe y gratuidad? Pues la ética de poner a cualquiera a correr ha ido creciendo a otros campos. Así, a raíz de su éxito se ha lanzado una marca de ropa deportiva, Contra. Creación de Paul Sinton-Hewitt, uno de los fundadores del movimiento, la idea llevó a desarrollar un proceso manufacturero que va en una dirección casi opuesta a las demás marcas deportivas. Diez tallas para hombre y mujer, fabricación basada en principios éticos y en fábricas europeas donde cada trabajador recibe un sueldo digno. Los beneficios del proceso empresarial revierten en la financiación y sostenimiento de las carreras en cuestión.
En Reino Unido ser voluntario de un evento tiene algo definitivamente progresista: es aportar algo de vuelta a esa comunidad que se ocupa de facilitar tu ocio.
En 2017 las famosas carreras de los parques ya están establecidas por todos los espacios al aire libre imaginables. Llega una carta a la organización que remite Shane Spencer. Es el encargado del gimnasio de la prisión de Haverigg, una extensión abierta que ocupa un antiguo aeródromo de la Segunda Guerra Mundial, que queda a dos horas de coche al norte de Liverpool. Este es un centro penitenciario de seguridad media que se abre al viento batiente del Mar de Irlanda, en la región de Cumbria. No deja de ser un recinto en el que la rutina lucha codo con codo para ganar la batalla de la atención a la rehabilitación. Spencer propone celebrar una parkrun dentro del centro. "Queríamos traer algo único al centro que pudiera rápidamente involucrar a la gente. Sin importar el nivel de forma física de nadie. Siempre miro cómo implicar a más gente en nuestras instalaciones. No a todo el mundo le gusta el ambiente del gimnasio y el mero hecho de presentarse y correr ha motivado a gente no tan activa", desarrolla un apasionado Spencer.
Seis meses después, el proyecto da lugar a la prueba de Black Combe que acoge 24 corredores y 11 voluntarios en esta prisión. Desde el primer momento "atajó el aislamiento social de una prisión involucrando a la gente en el movimiento global de las parkruns", según su promotor. En días se corre la voz y empiezan a llover las solicitudes de carreras desde prisiones y reformatorios de todo Reino Unido. No todas las prisiones británicas, obviamente, pueden acomodar su propia carrera dentro de sus instalaciones. Y el hecho es que las experiencias son positivas. Entre los monitores se cruzan mails comentando que la carrera quizá sea el mejor momento de la semana. "Los presos dicen que es el único rato en el que se sienten como si no estuvieran en el sitio que están. Que se sienten normales".