El XX Campeonato Mundial de Atletismo se celebrará en Tokio desde hoy al 21 de septiembre de 2025, en el imponente Estadio Nacional (el mismo que fue sede de los Juegos Olímpicos ). Será una fiesta global del atletismo que reunirá a más de 2000 atletas de cerca de 200 países. Este evento, por su relacion geográfica con uno de los universos creativos del autor, brinda una oportunidad ideal para que quienes aman correr –o quienes buscan inspiración– rescaten un clásico contemporáneo del mundo del running: De qué hablo cuando hablo de correr, de Haruki Murakami.
Cómo nació uno de los libros más emblemáticos del running
Murakami comenzó a correr a principios de la década de 1980, después de dejar su bar de jazz y dedicarse por completo a la escritura. Desde entonces ha corrido más de veinte maratones y una ultramaratón. Publicado en 2007, el libro es una mezcla de memorias, reflexión existencial y pasión por las zancadas. Su título original, What I Talk About When I Talk About Running, hace guiño a la colección de relatos de Raymond Carver, What We Talk About When We Talk About Love.
Lo que conecta la carrera con la escritura
Murakami describe la escritura como una «labor física» y sostiene que “la mayoría de lo que sé sobre escribir lo he aprendido corriendo cada mañana”. Para él, correr es tanto ejercicio como metáfora: disciplina, constancia e introspección, muy similares a lo que exige escribir.
Algunos pasajes destacados del libro:
- En carreras épicas como un ultramaratón en Hokkaido, Murakami relata experimentaciones en zonas casi metafísicas: “Primero estaba el acto de correr y luego, como algo inherente a él, mi existencia. Corro, luego existo".
- También recuerda sus 42 kilómetros entre Atenas y Maratón, donde el calor y las colinas lo llevaron a reflexionar sobre la fragilidad del cuerpo: “Lo único que podía hacer era poner un pie delante del otro. Nada más, pero tampoco nada menos.”
- En otro capítulo habla del esfuerzo diario: “La fuerza no surge de la nada. Se cultiva con hábitos. Día tras día, como el agua que pule una piedra.”
- Y confiesa una de sus verdades más simples y contundentes: “No corro para ganar a otros. Corro para no perderme a mí mismo.”
El corredor que observa
Más allá de las anécdotas y las cifras, lo que convierte a De qué hablo cuando hablo de correr en un libro de culto es la forma en la que Murakami entrelaza dos mundos que, a primera vista, podrían parecer opuestos: el de la literatura y el del deporte de resistencia. Su voz no pretende dictar reglas ni dar lecciones de técnica. No encontrarás un plan de entrenamiento ni consejos para mejorar la zancada. Lo que hallarás es un viaje interior, un cuaderno de bitácora donde cada kilómetro se convierte en metáfora y cada sesión de entrenamiento en un capítulo de la vida. El lector se adentra en su rutina: levantarse temprano, atarse las zapatillas, recorrer las calles de Tokio o de cualquier ciudad en la que se encuentre, y luego sentarse frente a la página en blanco. Una disciplina que se sostiene en dos pilares: la resistencia física y la resistencia mental. Murakami lo explica con sencillez: para escribir una novela necesitas la misma capacidad de fondo que para terminar un maratón. Hay que estar ahí, día tras día, aunque no haya aplausos, aunque el cuerpo pida descanso o la inspiración brille por su ausencia.
El silencio como compañero
En sus páginas, el Murakami corredor es también un observador. Mira de reojo a otros atletas en la salida, anota sensaciones que luego se transforman en frases, analiza el propio dolor con una frialdad casi científica. Prefiere escuchar su respiración, el impacto de las zapatillas contra el suelo, ese pulso que marca el compás de sus pensamientos. Y en ese silencio encuentra la materia prima de muchas de sus ideas literarias.
Un retrato honesto del desgaste
Murakami no disfraza la fatiga ni dulcifica las lesiones. En sus páginas hay dolor, frustración y carreras que no salen como esperaba. Hay confesiones sobre días en los que correr no apetece, sobre maratones donde el muro se presenta antes de lo previsto. Pero también hay una aceptación serena: el desgaste es parte del camino.
Ese realismo, alejado de la épica fácil, es una de las razones por las que el libro ha trascendido. No es un catálogo de victorias, sino un recordatorio de que en el running —y en la escritura— lo importante no es la foto de meta, sino el proceso que te lleva hasta allí.
Tokio como telón de fondo
Que el Mundial de Atletismo 2025 se celebre en Tokio convierte la relectura de este libro en un acto simbólico. Murakami ha descrito muchas veces cómo correr por las calles de su ciudad natal le conecta con sus orígenes y con un sentido casi espiritual del movimiento. El Estadio Nacional, que acogerá a los mejores atletas del planeta, está a pocos kilómetros de escenarios que él mismo ha recorrido a golpe de zancada. Imaginarlo entrenando en esas mismas avenidas que ahora verán récords y medallas añade una capa extra de interés para el lector-corredor.
Un puente entre culturas
Parte del magnetismo del libro radica en que, sin proponérselo, Murakami tiende un puente entre la filosofía japonesa del trabajo constante y la visión más occidental de la superación personal. Sus reflexiones tienen el ritmo pausado del que sabe que llegar no es lo más importante, pero que tampoco renuncia a empujar un poco más allá de los límites conocidos. En este sentido, su obra ha inspirado tanto a maratonianos experimentados como a debutantes que buscan en sus páginas una confirmación de que el esfuerzo merece la pena.
Un libro que se corre
Si De qué hablo cuando hablo de correr fuera una carrera, sería una tirada larga: no hay prisa, pero sí constancia. Cada capítulo es una etapa que, sin grandes giros, te lleva a un lugar más profundo. Y al llegar, uno descubre que lo importante no era la meta, sino la transformación ocurrida por el camino. Ese es el valor del libro en 2025: en un mundo obsesionado con los resultados inmediatos, Murakami nos recuerda que lo esencial ocurre cuando nadie mira, cuando solo estás tú, tu respiración y el camino. Ahora que Tokio será el epicentro del atletismo mundial, quizá sea el momento perfecto para atarse las zapatillas, salir a correr y, al volver, abrir el libro por cualquier página. Porque Murakami no escribe para que lo sigas, sino para que encuentres tu propio ritmo.