15 rutas para correr este verano: Oporto, ver irse el Duero

Os seleccionamos quince rutas (esta es la octava) por las que correr, a las que escaparse a bajar las cervezas, por las que hacer más sitio para la siguiente merienda, esmorzaret o lo que se tercie. Que para eso estás de vacaciones. Para eso y para más, pero ya nos entendemos.

Menos mal que nos queda Portugal... que por otra parte es bien bonito. Luis Arribas.
Menos mal que nos queda Portugal... que por otra parte es bien bonito. Luis Arribas.

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Corredora viajera. Corredor romántico. Vacaciones planeadas a última hora. Deuda histórica con nuestros hermanos portugueses. Cualquiera de los casos anteriores o ninguno de ellos. El caso es que estás en Oporto de vacaciones y además te han dicho que allí termina el Duero de los castellanos y quieres ver en qué estado lo dejamos y cómo lo trata la nación gemela con la que no siempre echamos un momento a leer qué tal le va. Y has llevado las zapatillas y, en tu hotel, lo de alquilar bicicletas está convirtiéndose en una pesadilla. Aquí tienes un 10K ampliable a lo que te dé ese rato previo al desayuno.

Verás cómo el Duero pasa a ser Douro, como si el gen ibero de este río tan nuestro, árido, frío, se hubiese transformado en una palabra que pertenece al campo semántico del oro. Y es ya un bien lujoso, extenso, rico, un río de los de enseñar al mundo. Hoy cerramos el círculo rindiendo homenaje a las orillas que conocemos de nuestros trotes por Peñafiel, Zamora o Peñaranda y viendo cómo el gran río mesetario se va. Se hace viajero porque quiere llegar a América, como muchos miles lo hicieron.

Sitos donde ingerir avituallamientos no te van a faltar. Luis Arribas.
Sitos donde ingerir avituallamientos no te van a faltar. Luis Arribas.
Bajad paseando o como os apetezca a la orilla del río. Propongo una salida ampliada desde la vieja Alfandega, la aduana portuaria hoy hecha un señor museo y moderno centro de convenciones. Tomad esa orilla, la contraria a la de las bodegas, para que os situéis, y ya podéis poneos a trotar por una mezcla de adoquín y acera renovada. Por vuestra izquierda queda el viaducto do Cais das Pedras (los cais son muelles ribereños); es una pasarela con acera de madera que construyeron para separar el tráfico de esta avenida pero que resulta algo estrecha. Yo voy pegado a los edificios, aunque el firme sea peor durante unos centenares de metros. Río abajo estáis en la alameda Basilio Teles y sus encantadoras fachadas. Al fondo el gran viaducto que cruza el estuario y a la derecha el resultado del capital inmobiliario, que insiste en incrustar modernos bloques de apartamentos de incierto resultado. Pero las vistas lo compensan todo. La ahora ya Rua do Ouro (os lo dije) desemboca al paso por el tercer kilómetro en el barrio marinero de la Rainha Doña Leonor (sin comentarios). El espectáculo del agua mezclándose con la del Océano Atlántico se hace sobrecogedor para los runners que llegamos desde tierra adentro. Cuidado con perder el norte y seguir contorneando la costa. Recomiendo dejar fuerzas para otro día y asomarnos al espigón del final del río y comienzo oficial de la playa, dar la vuelta al Castillo de São João da Foz y regresar por la misma ruta que hemos disfrutado.
 

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Por si necesitas una liebre para acabar la ruta. Luis Arribas.
Por si necesitas una liebre para acabar la ruta. Luis Arribas.

Quizá sea una oportunidad irrepetible y quieras echarla más larga. Más que extender el trote por las playas de Matosinhos yo optaría por empezar desde el mismo centro de Oporto. Dicho así suena a pitorreo pero un buen lugar es la hamburguesería —la de Ronald— con el entorno más bello de Europa. Esto añadirá un par de kilómetros aunque hay un poco de barullo en las aceras. Pero podéis con eso y con mucho más. Y, para el segundo rutón, mi propuesta es que crucéis el puente para explorar la orilla de enfrente. Eso ya, vosotros. Obrigado.

EL SECRETO DE CORREDOR

Las delicatessen de Oporto tiran un poco hacia la comida de invierno. Pero la ciudad presume de tener un epicentro del bocateo mundial. Nadie ha de volverse de allí sin pisar la Praça dos Poveiros. Mi secreto es entrar cien pasos más abajo por Rua Passos Manuel. Ahí está Café Santiago (209 Rua Passos Manuel). Sus francesinhas, glosa del comer a lo bruto, sus originales cachorrinhos (en efecto, perritos calientes) y las excelencias de la comida informal, su ambiente congelado entre los cincuenta y hoy.

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La ruta castellonense nos regala rincones tan acogedores como este.

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