La maravillosa fiebre por correr que últimamente invade nuestros parques y carreteras ha hecho mejorar inestimablemente la salud del ciudadano de a pie. Sin embargo, las sobrecargas pueden causarnos una desgraciada fractura por estrés. Existen determinadas entidades traumáticas debidas a que nuestros huesos, sobrecargados por el excesivo trabajo a que se ven sometidos, ceden. Estamos hablando de las fracturas de fatiga o por estrés. Durante la carrera se va a sentir un dolor vivo localizado, de aparición progresiva, que mejora con reposo —aunque éste es cada vez menos eficaz— y evoluciona con inflamación local e impotencia funcional de la pierna o el pie, acompañado en las formas más agudas por crujido a la palpación. Ante este cuadro tan difuso, y en ausencia de golpes, caídas o cualquier otra causa de fracturas traumáticas verdaderas, es crucial reconocer y tratar la fractura lo antes posible, pues ello permitirá una evolución favorable, curando sin secuelas en dos o tres meses. Así, la radiografía nos mostrará ya en los primeros días una fina línea como un cabello, que junto con los antecedentes que se citan a continuación, nos pondrá sobre la pista, para que más adelante, a partir de la tercera semana, veamos ya una franca línea de condensación en el hueso afecto. En ausencia de desórdenes metabólicos o infecciones con repercusión sobre los huesos, como la osteomielitis, sus causas más frecuentes son: la novedad en el ejercicio, la vuelta al entrenamiento tras descanso, el cambio de terreno, el calzado inadecuado, o la simple y cotidiana repetición de un mismo gesto en la carrera continua pero de intensidad prolongada. No hay que olvidar tampoco las alteraciones estáticas, congénitas o no, que presente el corredor.
EL DIAGNÓSTICO PRECOZ
Es tan importante el precoz diagnóstico de este tipo de fracturas que, si se demora aquel o no se trata, su evolución es lenta y tarda hasta ocho meses en curar, dejando callo hipertrófico, con mala consolidación y riesgo de desplazamiento secundario de los extremos óseos implicados. El atletismo es, con mucho, el deporte más afectado por las fracturas de fatiga, llegando, en algunas estadísticas, a abarcar el 60% de los casos, a los cuales habría que añadir otro 15% del que solo el jogging es responsable. No es de extrañar por ello que los huesos más castigados sean los metatarsianos, el peroné, la tibia y el calcáneo. La gammagrafía ósea es la prueba auxiliar más específica para la búsqueda de fracturas ocultas. Se introduce un contraste que suele ser tecnecio y se pondrán en evidencia zonas de hipercaptación que indican el incipiente proceso de reparación que sigue a toda fractura o fisura. En la imagen se observan zonas más oscurecidas sin correspondencia en la otra pierna o pie. Como no se trata de una radiografía el peligro de radiación excesiva está excluído, por ello no es extraño ni inconveniente repetir esta prueba varias veces al año si tuviésemos dudas en la lesión o en su evolución.
PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO
En el capítulo del tratamiento, una buena prevención, sencilla pero realmente efectiva, consistirá en un entrenamiento progresivamente dosificado, en un calzado blando y de suelas gruesas, a ser posible de distintas densidades y, cómo no, la corrección de las alteraciones estáticas con unas plantillas adecuadas. Un remedio homeopático que suele funcionar es la aplicación nocturna, en forma de emplasto, de Traumeel pomada (laboratorios Heel), que contiene un importante remedio herbario para la consolidación de fracturas: la consuelda o Symphytum. Una atención especial merece el terreno cuando notamos ciertos síntomas de periostitis o dolor bajo de piernas. Deberemos evitar los cambios bruscos de terreno cuando estos síntomas nos avisen. Y, por supuesto, no forzar en exceso tras un periodo de descanso, en el inicio de temporada o en el cambio de ciclo de entrenamiento (cross a pista). Si, pese a ello, se nos presenta una fractura por estrés, no cabe más remedio que suspender la actividad y luego poner en descarga la pierna o el pie, con supresión de apoyo e inmovilizando con yeso con algún tipo de férula. Cuando el lugar de fractura es el cuello del fémur (no por raro, descartable) o el tercio inferior de la tibia (mucho más frecuente y confundible con periostitis, en su inicio) o en la cresta ilíaca, el tratamiento será algo más complejo si hay dificultad para consolidar y se recurre a la osteosíntesis. Para evitar estos terribles finales disponemos de la precoz administración de un extraordinario fármaco a base de sales minerales, llamado Rexorubia (laboratorios Lehning), que es una importante ayuda para un hueso con periostitis, ya cercano a la fractura o con gran rotura ósea sin desplazamiento. Su contenido en calcio, fósforo, sodio, hierro, magnesio y sílice en pequeñas dosis potencia la asimilación de los diversos minerales por el organismo con nulos efectos adversos en riñón (que es el peligro de tomar otros tipos de calcio, indiscriminadamente). Compuesto por diversos minerales y plantas, ayuda a la consolidación mineral ósea facilitando su fijación al callo de fractura.
El aumento de este tipo de fisuras óseas, que pueden englobarse dentro de las patologías por sobrecarga, nos obliga a preguntarnos, una vez más, por los límites entre lo sano y patológico del deporte que practicamos. Por ello, la grandeza de cada atleta consistirá en saber hasta dónde puede llegar en sus entrenamientos o en la competición, lo cual le va a obligar a seguir unas mínimas normas de prevención que nunca debe olvidar. Solo así conseguiremos ir atenuando e incluso erradicando las omnipresentes lesiones por sobrecarga que, día a día, aumentan de forma preocupante, simplemente por utilizar calzados inadecuados o viejos, o por emular, de pronto, a algún olímpico.