Aún está por conocer una atleta con el palmarés de Hellen Obiri (Kisii, 1989). Nadie más ha logrado proclamarse campeona del mundo al aire libre, en pista cubierta y en campo a través. Un todoterreno nacido en la única (casi única) tribu de Kenia donde correr… meh. En la ciudad de Kisii lo que levanta pasiones es el fútbol, y más concretamente el Shabana Football Club, uno de los equipos con mayor masa social del país, que la pasada temporada regresó a la Kenyan Premier League tras 17 años de ausencia. “Quizás tengamos 10 fondistas, puede que alguno menos, que hayan salido de Kisii”, reconocía ella misma en Spikes, la revista en la que World Athletics da voz a los atletas. Por ello, y para convertirse en una corredora inmortal en la ciudad que enloquece futboleros, Obiri dio hace poco más de un año un salto de fe.
Un salto al vacío.
No son pocos los fondistas que cambian el tartán por asfalto. Algunos seducidos por el dinero de la ruta, otros más poéticos, como Obiri, lo hacen para honrar la leyenda de Filípides. “Siempre decía que no acabaría mi carrera sin hacer un maratón, pudiendo decir que soy maratoniana y habiendo hecho todas las pruebas. Llegar al maratón subiendo desde el 200 será una gran historia que contar a la gente”, explica la keniana a Corredor en una entrevista realizada justo antes de disputar el Maratón de Nueva York, su tercer envite en los 42 kilómetros, con la inestimable ayuda del exmediofondista Andy Wheating, ahora Operations and Content Manager del On Athletics Club (OAC).
Antes de Tokio no estaba preparada mentalmente para hacerlo, pero tras los Juegos supe que estaba lista, quería sentir lo que la gente siente al correr un maratón.
Ocurre que la transición pista-ruta de Obiri fue de todo menos convencional. “Quería hacerla después de los Juegos de 2020, pero se pospusieron a 2021 y entonces decidí dar una última oportunidad a la pista en el Mundial de Oregón, que era solo un año después de Tokio, y debutar en maratón a finales de 2022. Antes no estaba preparada mentalmente para hacerlo, pero tras los Juegos supe que estaba lista, quería sentir lo que la gente siente al correr un maratón”, rememora. Hasta ahí, todo en orden. Lo atípico fue que el cambio de prueba vino acompañado de una mudanza transoceánica, un giro radical a su vida. Apoyada por On Running, Obiri se trasladó a Boulder, Colorado, para convertirse en el buque insignia del OAC, el equipo de fondistas y mediofondistas que aglutina más talento en el planeta a las órdenes del estadounidense Dathan Ritzenheim – ni más ni menos que bronce mundial en medio maratón, bronce mundial sub20 en cross, sexto del mundo en 10.000, 2:07:47 en maratón…

“Fue una gran oportunidad poder unirme al OAC en 2022. No solo por Dathan, sino porque me siento acompañada al 100% por On en cualquier parte del mundo, me ayudan en cualquier cosa que necesite. Me empujan a trabajar aún más duro porque no puedo fallarles; ellos dan lo mejor de sí para mí y yo quiero dar lo mejor de mí para ellos”, confiesa la keniana, y escuchando su historia completa uno entiende que no son agradecimientos de cara a la galería.
Los primeros meses en Boulder fueron un infierno. Agradeceré eternamente todo lo que nos ayudaron.
“El equipo del OAC hizo un tremendo esfuerzo cuando Tom [el marido de Obiri] y Tanya [su hija de ocho años] llegaron a Boulder. Al principio fue horrible, lo pasamos fatal por el invierno. ¡Veníamos de Kenia y allí no hay invierno! Además, en Kenia lo teníamos todo controlado y aquí todo en el día a día era nuevo, no puedes sobrevivir sin coche, llevar a Tanya al colegio tampoco fue fácil… Los primeros meses fueron un infierno. Agradeceré eternamente todo lo que nos ayudaron, sin ellos no habríamos podido aguantar aquí, tendríamos que haber vuelto a Kenia. ¡Ahora incluso nos estamos construyendo una casa nueva! Estamos muy felices y emocionados por este paso, es realmente increíble. Por todo eso, ahora puedo decir que tenemos una familia en Kenia y otra aquí en Boulder”.
Precisamente la familia es un pilar fundamental en la vida de Obiri, y por ello también sufrió en solitario en sus primeros meses en Colorado, previos al Maratón de Nueva York de 2022, cuando Tom y Tanya todavía vivían en Nairobi. “Fue muy duro entrenar lejos de ellos. Me estresaba ir a entrenar y tener que volver a casa a toda prisa para poder llamar a mi hija antes de que se fuera a dormir. Me sentía muy mal cuando mi hija me decía que no estaba bien y que me echaba de menos. Llegaba a casa cansada, con ansiedad, no comía bien…”, admite la bicampeona mundial de 5000. “Ahora que ya están conmigo en Boulder estoy mucho más motivada, sin esa tensión constante. Me apoyan al 100% y eso me ayuda mucho deportivamente, incluso me gusta llevármelos a algunos entrenamientos. Es genial”, reconoce.

Paciencia, paciencia y paciencia
Deportivamente, la transición a los 42 kilómetros tampoco fue un camino de rosas para Obiri. Al menos, no tan sencillo como podría esperarse para una de las mejores fondistas de su generación en pista y campo a través (fue campeona del mundo en el durísimo circuito de Aarhus 2019), especialmente después de los exitosos debuts de algunas de sus rivales sobre el tartán como Almaz Ayana y Genzebe Dibaba (primera y segunda en Ámsterdam 2022 con 2:17:20 y 2:18:05), y sobre todo Sifan Hassan (ganadora en Londres con 2:18:33 y Chicago con 2:13:44, récord de Europa).
“Cuando empecé a preparar mi debut en Nueva York me resultó muy duro, es un volumen de kilómetros mucho mayor al que solía hacer en pista. La primera semana que hice 200 kilómetros estaba cansadísima, no quería ni levantarme de la cama, odiaba las tiradas largas. Pensaba en que tenía que hacer 40 kilómetros y decía ‘¡si es casi una carrera! ¿podré acostumbrarme a ello?’ Los dos primeros meses era como ‘¿esto es el maratón? ¿puedo volver a la pista?’, pero finalmente te acostumbras, haces 200 kilómetros una semana, 200 la siguiente, y la siguiente… y ahora puedo decir que soy maratoniana”, cuenta con orgullo Obiri. “A veces es cuestión de centrarte en lo que quieres, de lo que deseas lograr en el futuro, y de paciencia, mucha paciencia”.
Probablemente la palabra que más ha escuchado Obiri en su primer año como maratoniana.
Se la ha grabado a fuego su entrenador, Dathan Ritzenheim, al que la keniana define como un técnico “amigo y flexible”, de esos que nunca te obligan a hacer un entrenamiento. “Puedes decirle cómo te sientes antes de una sesión y él lo ajustará porque no quiere que te exprimas”, explica. Además, para la fondista ha resultado crucial su apoyo en bicicleta durante los entrenamientos: “Me da los avituallamientos y me ayuda con la nutrición y bebida en carrera. También me frena si me paso de rápido, me pide que controle. Siempre dice que un maratón consiste en no ir demasiado fuerte. Una de las primeras veces le repliqué ‘¿por qué no quieres que vaya rápido?’, y él me contestó que siempre debía guardarme algo para el próximo entrenamiento. Antes solía entrenar a tope todos los días y Dathan me decía ‘¡quédate atrás, no adelantes a los chicos, atrás!’
Ritzenheim: “En un maratón no te tiene que ver nadie en la televisión. Después de 23 millas [37 kilómetros], mantente atrás, ten paciencia”.
De nuevo, paciencia, el mantra que Ritzenheim le repite cuando visualizan las carreras, especialmente tras el revés sufrido en su debut en Nueva York: “En un maratón no te tiene que ver nadie en la televisión. Después de 23 millas [37 kilómetros], mantente atrás, ten paciencia”.
A pesar de catalogar su actuación (quinta con 2:25:49) como “decepcionante”, Obiri reconoce que Nueva York le dio “un montón de experiencia. Si hubiera ganado a la primera, no conocería a fondo lo que es un maratón. Me permitió echar la vista atrás y ver los errores que cometí para no volver a repetirlos”.
Obiri habla de errores pero se refiere principalmente a uno: dar la cara demasiado pronto y demasiado tiempo. Ese estilo front runner que la hizo famosa en la pista, pero que en la travesía maratoniana se paga a un elevado precio. Por eso reconoce que entre Nueva York y Boston, su reválida con los 42 kilómetros, no cambiaron “absolutamente nada” en la forma de entrenar, “solo aprendimos a ser pacientes, fue la clave de cara a Boston”.

Seis meses después, Obiri ya describe su victoria en Boston como “el triunfo más emotivo” de su carrera por tratarse del primero en las 26 millas “después de un largo y duro viaje”, y también por haberse demostrado a sí misma que es “capaz de rendir al máximo nivel tanto en pista como en ruta”.
Al principio, sin embargo, la keniana no tenía muy claro si correr en Boston o hacerlo en otro maratón de primavera, algo que decidió a poco menos de un mes para la legendaria cita, el maratón anual más longevo de la historia, que desde 1897 se celebra el Día del Patriota, el tercer lunes de abril: “Mucha gente me decía que tenía que haber elegido un circuito más rápido, y eso me hizo dudar, pero me dije ‘soy buena en las cuestas y en las bajadas, y también en campo a través, voy a emplear toda esa fuerza en Boston’. Creo que funcionó muy bien”.
En Boston, la competencia de Obiri era feroz e incluía a mujeres de la talla de Amane Beriso Shankule (ganadora en Valencia 2022 con 2:14:58, récord de Etiopía, y cuatro meses después campeona mundial en Budapest), Lonah Salpeter (bronce mundial en Oregón y ganadora de Tokio en 2020 con 2:17:45, récord de Israel) o Joyciline Jepkosgei (ganadora de Nueva York en 2019 y Londres en 2021, con una marca personal de 2:17:23). Pese a todo, Obiri estaba “muy muy confiada” en sus posibilidades. “Incluso los días antes de la carrera me decía a mí misma que iba a ganar fácilmente”, revela.
Cuando en el kilómetro 40 todavía no me sentía cansada pensé ‘soy una esprínter, así que puedo usar mi cambio final para vencer.
“Pero en una carrera no puedes correr ningún riesgo, así que esperé [otra vez paciencia] y cuando en el kilómetro 40 todavía no me sentía cansada pensé ‘soy una esprínter, así que puedo usar mi cambio final para vencer. Ahí supe al 100% que iba a ganar Boston”. Obiri estrenó el palmarés maratoniano del OAC con 2:21:38, aunque el registró no subirá a los rankings porque el circuito de la Ciudad de las Colinas no cumple con los requisitos de World Athletics para la homologación de récords.

Nueva York, los Juegos… ¿y un récord?
Después de ganar Boston, la hoja de ruta de Obiri estaba clara: revancha en Nueva York y el asalto al Olimpo en París. La keniana nunca ha escondido que el oro olímpico es la gran ambición de su carrera, y hacerlo en maratón sería todavía más especial para ella. “He ido tras el oro en 2012 (octava en 1500), 2016 (plata en 5000) y 2021 (plata en 5000)… y espero conseguirlo el próximo año porque solo me queda una oportunidad de ganarlo. Eso sí, sería una gran sorpresa para mí que después de tanto tiempo en la pista, mi primer oro olímpico llegase en maratón. A partir de Nueva York, para mí solo importarán los Juegos y quiero trabajar todavía más duro para lograr mi objetivo”, asevera.
Entre Nueva York y París, Obiri tendrá 10 meses para entrenar, tiempo más que suficiente como para correr otro maratón en primavera. Uno, quizás, en el que buscar el crono de 2:16/2:17 que dijo creer valer en Boston. O el récord mundial que siempre le fue esquivo en la pista, otra de sus espinas clavadas. Sin embargo, no suelta prenda: “¿Mi siguiente paso? Es una buena pregunta, complicada de responder. Ahora mismo estoy centrada en Nueva York, de eso no hay duda. ¿Tu intentarías lanzar dos piedras al mismo tiempo? No pensaría en hacer un maratón u otro antes de correr este. Solo me preocupa mostrar en Nueva York lo bien que estoy de cara a los Juegos. Es mi tercer maratón y diría que he estado haciendo los mejores entrenamientos de mi vida, con tres meses de preparación completa en los que mucha gente ha estado ayudándome. Ahora que quedan pocos días creo que estoy lista de verdad para enseñarle al público de la Gran Manzana lo que no vieron el año pasado”.
“SER MADRE NO ES EL FIN DE TU CARRERA”
Cuando Hellen Obiri decidió quedarse embarazada en 2014, ya había sido campeona del mundo de 3000 en pista cubierta, bronce mundial de 1500 al aire libre y finalista olímpica en esa misma distancia. Solo 15 meses después de dar a luz, la keniana se colgó la plata en 5000 en los Juegos de Río, todo un hito, más aún teniendo en cuenta que necesitó siete meses para volver a correr y que ganó 23 kilos durante el embarazo.
“No es un camino fácil volver al atletismo después de una baja por maternidad. Necesitas centrarte por completo y tener mucha determinación porque tienes que ejercer a la vez de atleta y de madre: en la pista eres atleta pero después, en casa, tienes a alguien esperando que lo cuides”, señala Obiri.
La keniana quiere convertirse en una referencia para otras jóvenes atletas (ella fue madre con 25 años) que quieran dar el paso: “A mí me dio mucha fuera para trabajar extraduro el sentir que estaba inspirando a mucha gente en el mundo, a muchas otras deportistas. Es muy difícil volver después de dar a luz y muchas tienen miedo de hacerlo, tienen que perder mucho peso… Para una madre joven puedo ser un ejemplo, la esperanza de que cuando decides ser madre no es el fin de tu carrera; desde que Tanya nació en 2015 creo que he estado compitiendo muy bien… Eso sí, es un punto de inflexión en tu carrera porque a partir de ahora tienes que trabajar todavía más, ya que hay un bebé que depende de ti”.

VELOCISTA Y MENTORA DE UNA CAMPEONA MUNDIAL
Como mencionábamos al inicio de esta entrevista, en Kisii, la localidad natal de Hellen Obiri, el atletismo tiene una popularidad residual en detrimento del fútbol. “Por eso empecé a correr muy tarde en el colegio, ya en los años 2000 (nació en 1989). Sí que solía ver las competiciones de atletismo en televisión, y me encantaba, así que un día dije: quiero intentar ser atleta, y si consigo tener la oportunidad de ir a Nairobi, donde hay muchos grupos de corredores, quizás pueda empezar a correr con ellos”, relata.
En sus primeros años como atleta, Obiri se decantó por la velocidad, compitiendo en 200 y 400 hasta que vio que el futuro pasaba, irremediablemente, por subir de distancia. “En Kenia no es fácil ser esprínter por la falta de infraestructuras; no tenemos gimnasios, apenas pistas de tartán… Sin embargo, es más sencillo ser fondista, porque en las distancias largas no necesitas muchas sesiones de gimnasio ni series en pista, así que decidí a probar el 800 y el 1500”, explica, una distancia en la que llegó a ganar el bronce mundial en Moscú 2013 y a correr en 3:57.05, entonces a siete centésimas del récord de Kenia.
Consciente de las dificultades de iniciarse en el atletismo en Kisii, Obiri amadrinó hace más de un lustro a otra joven atleta procedente de su ciudad natal, Mary Moraa… que este verano se proclamó campeona del mundo de 800 en Budapest. Moraa considera a Obiri su “hermana mayor y mentora”, ya que fue ella quien le aconsejó en 2020 que cambiase el 400 por la doble vuelta a la pista, donde creía que tenía mayor potencial. Su historia viene de mucho antes: en 2017, Moraa se disponía a competir en el Mundial Sub18 de Nairobi, pero no tenía zapatillas de clavos; Obiri le regaló unas suyas y su protegida acabaría ganando la plata en el 400.
