Pocos eventos deportivos en el mundo destilan la emoción de unos Trials Olímpicos estadounidenses. Cuatro años entrenando, comiendo, durmiendo, viviendo al fin y al cabo, con una carrera en la cabeza. No es de extrañar que en la línea de salida la tensión se corte con cuchillo: demasiadas vidas hipotecadas por un sueño que, por estadística, tiene más probabilidades de fracasar que de cumplirse. En maratón, la crueldad de los Trials se multiplica, pues entran en juego una cantidad de incontrolables que acaban convirtiendo la carrera en una macedonia de sorpresas, decepciones, tiros al palo e historias de superación. Una factoría de temazos para la industria periodística. De todos ellos, el de Sara Hall ocupa un lugar muy alto entre los desgarradores, y también entre los inspiradores.
Ocho Trials ha corrido. Ocho veces ha fallado. Pero a punto de cumplir 41 y madre de cuatro hijos, Sara Hall no descarta alargar su matrimonio con Filípides cuatro años más. El sueño olímpico es una droga muy difícil de dejar.
La primera vez que la estadounidense se alistó a unos Trials tenía 21 años, estudiaba en Stanford y todavía coqueteaba con un mediofondo que, más tarde descubriría, le quedaba demasiado explosivo. Se acercaba Atenas 2004 y Sara Hall (entonces Sara Bei), una atleta de 15:36.21 en 5000, vería esos Juegos por televisión después de acabar 11ª en el selectivo.
De cara a Pekín 2008, pensó que quizás tendría más opciones en el milqui (con 4:08.79 llegaba), pero tampoco. Así que para Londres 2012 probó en los 3000 obstáculos, a ver si por ahí... Nanai: con 9:47.63 apenas pudo ser octava en un steeplechase yanqui que todavía no imaginaba que un lustro después contaría con una campeona del mundo y medallistas mundiales. Una jovencísima Emma Coburn ganaría con 'solo' 9:32.78, pese a todo muy lejos de Sara Hall.
Para los siguientes Trials Olímpicos, Hall ya se habría convertido en maratoniana, aunque sus primeros contactos con los 42 kilómetros no presagiaban un talento como el de su marido Ryan (2:06:17 válidos, 2:04:58 en Boston): debutó con 2:48:02, en los Trials de Los Ángeles tuvo que retirarse y acabó 2016 con una marca personal de 2:30:06, la 136ª del ranking mundial del año. Intentó entrar en el Team USA en 5000, pero se estrelló en el antiguo Hayward Field, acabando 14ª bajando de 16 minutos por solo cinco segundos. ¿Y se rindió? No se rindió.
Siguiendo el camino de Filípides, Sara Hall fue progresando carrera a carrera, zancada a zancada. En 2017 traspasó la barrera de las dos horas y media (2:27:21) y ganó sus primeros títulos nacionales, el de 10 millas y el del propio maratón; y en 2018 bajó hasta 2:26:20 su tope en los 42K y corrió en 1:09:27 la media. El 2019 sería, por fin, el año de su explosión ya bien entrada la treintena: con un prototipo de las Metaracer Tokyo (las primeras Asics con placa, muy lejos en prestaciones de lo que luego darían las Metaspeed Sky), Hall fue quinta en el Maratón de Berlín con 2:22:16, entonces la sexta marca estadounidense de la historia. A justo cinco meses de los Trials, con las retiradas de Amy Cragg y Shalane Flanagan, y el bajón de rendimiento de Jordan Hasay, la californiana se postulaba como candidata número uno a la victoria.

¿Pero qué pasó en Atlanta? Lo que pasó fue un ejemplo perfecto de la magia de los Trials USA: una combinación de retiradas, apariciones sorprendentes y desempeños desastrosos propiciados por el tremendo viento y las terribles cuestas de la ciudad de la CocaCola.
A Sara Hall, como ella misma reconocería, el circuito le "hizo polvo las piernas". A poco menos de siete kilómetros de meta tuvo que abandonar, ya a más de un minuto de las líderes y subiendo. Ganaría Aliphine Tuliamuk con la 10ª mejor marca de las inscritas, con la debutante Molly Seidel en segunda posición y Sally Kipyego, quinta en las quinielas, cerrando el podio. El resultado de las cuatro favoritas: 26ª, DNF, DNF, octava. Una carnicería.
Con un año de retraso por culpa del Covid, Sara Hall probó fortuna en los 10.000 metros. Acabó sexta, lejos del podio, aunque con el mejor resultado en siete Trials entre pista y maratón. Tenía 38 años y en menos de tres volvería a contar con otra oportunidad, ¿la última?
Hace dos sábados en Orlando, Sara Hall volvía a concurrir como una de las grandes favoritas a entrar en el equipo olímpico. Desde Atlanta, había corrido en 2:20:32 (la cuarta estadounidense de la historia) y tres veces en 2:22, había sido quinta en el Mundial de Oregón y había batido el récord nacional de media con 1:07:15 (superado más tarde). En los Trials con más nivel de siempre, su nombre estaba en muchas quinielas; si no entre las tres primeras, al menos en el top5... Y esta vez, cumplió.
5th at the Olympic Trials marathon
— Sara Hall (@SaraHall3) February 3, 2024
This one hurts more than any of the other 7, and yet I feel proud and have no regrets. Was in 3rd/could see 3rd the whole last lap as I battled through cramps. Never stopped believing, fought every step. pic.twitter.com/7r2bCV1XyR
Sí, cumplió con los pronósticos, como no suele suceder. Ganó una debutante (O'Keeffe), la favorita fue segunda (Sisson) y cerró el equipo la octava mejor marquista de las inscritas (Lindwurm). Sara Hall terminó quinta, su mayor éxito en ocho Trials a los 40 años, aunque de nuevo con la sensación de haber perdido otra gran oportunidad. Ahora sí, ¿la última?
"Jamás pensé que estaría aquí a estas alturas, así que nunca digas nunca. Seguiré haciendo esto mientras continúe disfrutando y progresando", aseguró tras cruzar la línea de meta en Orlando. Y es que aunque los Trials le rompan el corazón una y otra vez, Sara Hall lo volverá a intentar. Es un sentimiento (no trates de entenderlo).
